Las conservas forman parte de nuestro día a día. Los envases de vidrio o las latas permiten mantener la calidad de los alimentos que contienen y transportarlos de forma cómoda. Hoy es habitual encontrarlas en cualquier supermercado, pero en el trascurso del siglo XVIII al XIX fue un hallazgo revolucionario descubierto por Nicolas Appert, un confitero francés. Esta es la historia de las conservas.
Antecedentes de las conservas
En la prehistoria, el paso del nomadismo al sedentarismo supuso una revolución llena de cambios. Entre ellos, surgió la necesidad de poder conservar los alimentos para que pudieran aguantar más. Una de las primeras técnicas de conserva se detectó de forma azarosa con el secado de alimentos.
Con el paso del tiempo se empezaron a utilizar otros procesos como la salazón o el ahumado. El descubrimiento del uso de productos que ayudaban a mantener los alimentos en buen estado, como la miel, el azúcar, el vinagre, la grasa o el aceite, supuso un avance para métodos de conservación como las mermeladas, los escabeches o los encurtidos. Sin embargo, habría que esperar varios siglos para que llegara la auténtica revolución en las conservas.
Nicolas Appert, el inventor clave de la historia de las conservas
En el siglo XVIII, los métodos tradicionales de conservación de alimentos se habían quedado obsoletos. Al cabo de un tiempo relativamente corto, no solo aparecía mal sabor en los productos, sino que consumirlos podía provocar graves problemas de salud. Los marinos que pasaban largas temporadas en alta mar necesitaban víveres duraderos para poder subsistir. ¿Y qué decir de los soldados que se encontraban en conflictos bélicos?
El Can Manufacturers Institute considera a Napoleón Bonaparte el detonante de la historia conservera. El general era consciente de la importancia de la alimentación de su ejército. Además de enfrentarse a austriacos, británicos, españoles, prusianos y rusos, el escorbuto era otro de los grandes enemigos de los militares franceses.
Un confitero y cocinero llamado Nicolas Appert andaba por aquellos tiempos probando un nuevo método de conservación. La técnica consistía en poner el alimento en un frasco de vidrio, taparlo herméticamente con un corcho e introducir el recipiente en agua hirviendo. Appert publicó su descubrimiento en la obra El arte de preservar todo tipo de sustancias animales y vegetales durante varios años y, como consecuencia de este novedoso hallazgo, el gobierno de Napoleón le premió con 12 000 francos, ya que por fin los soldados podrían alimentarse de forma segura y saludable.
A pesar de que este fenómeno fue bautizado como appertización, su propio creador no supo explicar cómo conseguía que los alimentos se conservaran durante largos periodos de tiempo. Varias décadas más tarde, en 1860, Louis Pasteur llegó a la conclusión que era el calor lo que mataba los microorganismos y por eso los alimentos se mantenían en perfecto estado y mantenían su sabor.
Siguiendo los pasos de Appert: nuevos recipientes y materiales
Tras el descubrimiento de Appert, otros perfeccionaron el proceso:
- El francés Philippe de Girand fue un paso más allá al utilizar recipientes de hojalata en lugar de tarros de cristal.
- En 1810, el inglés Peter Durand registró este nuevo método para preservar los alimentos bajo la patente número 3372. Usar este material era una ventaja para el transporte, ya que los envases no se rompían con la facilidad con que esto sucedía con el vidrio.
- Al año siguiente, el ingeniero Bryan Donkin compró esta patente y, poco después, inauguró la primera fábrica de latas de conserva de Inglaterra. En el continente americano, William Underwood hizo lo mismo estableciendo la primera fábrica en Nueva Orleans.
El abrelatas, herramienta fundamental en la historia de las conservas
A pesar de la invención de las latas a principios del siglo XIX, tuvieron que pasar varias décadas hasta la aparición del abrelatas. Bayonetas, martillos, navajas y algún disparo servían para abrir los recipientes.
En 1858, Ezra J. Warner patentó el primer abrelatas, que parecía una hoz; en 1866, J. Osterhoudt hizo lo mismo con el abrelatas de llave giratoria; y en 1870, William Lyman inventó el de rueda cortante. Este último modelo incorporaría la rueda dentada en 1925, permitiendo una apertura más sencilla.
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